HERNAN CORTES
1489-1547
Nace Hernán Cortés en Medellín (Extremadura). Estudia
en La Universidad de Salamanca y trabaja con un escribano en Valladolid.
Embarca a las Indias con Nico1ás de Ovando, Gobernador de la Española
y luego con Diego Velázquez para conquistar Cuba en 1509. Éste
organiza una expedición para ir a México y nombran a Cortés
capitán. En la misma expedición va Bernal Díaz del
Castillo. En 1518 arriban a tierra mexicana, que es muy diferente de las
islas tropicales, y encuentran el Imperio Azteca. Hernán Cortés
escribe al Rey: “Por lo que he visto y comprendido de la similitud de toda
esta tierra tiene a España, así en la fertilidad como en
la grandeza y frío que en ella hace, y en muchas cosas que la equiparan
a ella, me pareció que el más conveniente nombre para esta
dicha tierra era llamarse la Nueva España del Mar Océano”.
Fn 1522 Cortés es nombrado gobernador y Capitán GeneraL de
Nueva España. Después de la pacificación y establecimiento
en México recibe el título de Marqués del Valle. Prosiguen
sus expediciones y en 1538 descubre California. Muere en Castilleja de
la Cuesta en 1547.
Hernán Cortés dirigió cinco cartas al Rey desde La
Nueva España refiriéndole la penetración en el territorio
y la situación de Las ciudades y características de los habitantes
y sus costumbres. La primera carta data del 10 de julio de 1519 y se escribió
en la Villa Rica de Veracruz, y según el cronista Cervantes de Salazar:
“aunque, de secreto, como yo supe de Diego de Coria que fue su paje de
cámara, estuvo recogido ocho noches enteras escribiendo”.
La segunda carta es del 30 de octubre y la escribe desde Segura de la Frontera,
la tercera es del 15 de mayo de 1522 desde Goyacá la cuarta del
3 de septiembre de 1526 desde Tenochtitlán. Están escritas
estas cartas en un estilo claro y conciso, no exento de grandeza por la
magnitud de los hechos que describe, y la serenidad y gravedad del propio
Cortés, sabiendo que lo hace de cosas importantes. Muchos han comparado
estas cartas a los famosos comenrarios de la “Guerra de las Galias” de
César. En efecto, La sobriedad de ambos es evidente. Cortés
escribe todo lo que ha visto, desde las casas hasta los mercados, como
es el caso de la magnífica descripción del mercado de la
Ciudad de México, que incluimos en nuestra antología.
Carlos V ordenó a Hernán Cortés que no realizara ni
tolerase ningún repartimiento de indios, ya que: ‘Dios Nuestro Señor
creó a los indios libres y no sujetos a servidumbre”. De todo ello
dan cuenta las interesantísimas Cartas de Relación de Hernán
Cortés.
Cartas. Primera carta. 1o de julio de 1519
Los sacrificios
Hay algunos pueblos grandes y bien concertados. Las casas en las partes
que alcanzan piedra son de cal y canto, y los aposentos de ellas pequeños
y bajos, muy amoriscados; y en las partes adonde no alcanzan piedra, hácenlas
de adobes y encálanlos por encima, y las coberturas de encima son
de paja. Hay casas de algunos principales muy frescas y de muchos aposentos,
porque nosotros habemos visto casas de cinco patios dentro de una sola
casa, y sus aposenros muy aconcertados, cada principal servido que ha de
ser por sí. Tienen dentro sus pozos y albercas de agua, y aposentos
para esclavos y gentes dc servicio, que tienen mucha. Y cada uno de estos
principales tiencn a la entrada de sus casas, fuera de ella, un patio muy
grande, y algunos dos y tres y cuatro muy altos, con sus gradas para subir
a ellos, y son muy bien hechos, y con estos tiencn sus mezquitas y adoratorios,
y andenes todo a la redonda muy ancho, y allí tienen sus ídolos
que adoran, de ellos de piedras y de ellos de barro y de ellos de palo,
a los cuales honran y sirven de tanta manera y con tantas ceremonias que
en mucho papel no se podría haccr de todo ello a vuestras reales
altezas entera y particular relación.
Estas casas y mezquitas donde los tienen, son las mayores y mejores y más
bien obradas y que en los pueblos hay, y tiénenlas muy ataviadas
con plumajes y patios muy labrados y con toda manera de gentileza, y todos
los días antes que obra alguna comienzan, queman en las dichas mezquitas
incienso y algunas veces sacrifican sus mismas personas, cortándose
unos las lenguas y otros las orejas, y otros acuchillándose el cuerpo
con unas navajas. Toda la sangre que de ellos corre la ofrecen a aquellos
ídolos, echándola por todas las partes de aquellas mezquitas,
y otras veces echándola hacia el cielo y haciendo otras muchas maneras
de ceremonias, por mancra que ninguna obra comienzan sin que primero hagan
allí sacrificio. Y tienen otra cosa horrible y abominable y digna
de ser punida que hasta hoy no habíamos visto en ninguna parte,
y es que todas las veces que alguna cosa quieren pedir a sus ídolos
para que más aceptasen su petición, toman muchas niñas
y niños y aún hombres vivos por los pcchos y les sacan el
corazón y las entrañas, y queman las dichas cntrañas
y corazoncs delante de los ídolos, y ofreciéndoles en sacrificio
aquel humo. Esto habemos visto algunos de nosotros, y los que lo han visto
dicen que es la más cruda y espantosa cosa de ver quc jamás
han visto.
Hacen esto estos indios tan frecuentemente y tan a menudo, que según
somos informados, y en parte habemos visto por experiencia en lo poco que
ha que en esta tierra estamos, no hay año en que no maten y sacrifiquen
cincuenta ánimas en cada mezquita. Esto se usa y tienen por costumbre
desde la isla de Cozumel hasta esta tierra donde estamos poblados. Y tengan
vuestras majestades por muy cierto que según la cantidad de la tierra
nos parece ser grande, y las muchas mezquitas que tienen, no hay así
o que, en lo que hasta ahora hemos descubierto y visto, no maten y sacrifiquen
de esta manera tres o cuatro mil ánimas. Vean vuestras reales majestades
si deben evitar tan gran mal y daño, y cierto sería Dios
Nuestro Señor muy servido, si por mano de vuestras reales altezas
estas gentes fuesen introducidas e instruídas en nuestra muy santa
fé católica y conmutada la devoción, fé y csperanza
que en estos sus ídolos tienen, en la divina potencia de Dios; porque
es cierto que si con tanta fé y fervor y diligencia a Dios
sirviesen, ellos harían muchos milagros. Es de creer que no sin
causa Dios Nuestro Señor ha sido servido que se descubriesen estas
partes en nombre de vuestras reales altezas para que tan gran fruto y merecimiento
de Dios alcanzasen vuestras majestades, mandando informar y siendo por
su mano traídas a la fé estas gentes bárbaras, que
según lo que de ellas hemos conocido, creemos que habiendo lenguas
y personas que les hiciesen entender la verdad de la fé y el error
en que están, muchos de ellos y aun todos. se apartarían
muy brevemente de aquella errónea secta que tienen, y vendrían
al verdadero conocimiento, porque viven más politica y razonablementeque
ninguna de las gentes que hasta hoy en estas partes se ha visto.
Querer decir a vuestra majestad todas las particularidades de esta tierra
y gente de ella, podría ser que en algo se errase la relación,
porque muchas de ellas no se han visto más de por informaciones
de los naturales de ella, y por esto no nos entremetemos a decir más
de aquello que por muy cierto y verdadero a vuestras reales altezas podrán
mandar tener de ello. Podrán vuestras majestades si fueren servidos
hacer por cosa verdadera relación a nuestro muy Santo Padre para
que en la conversión de esta gente se ponga diligencia y buena órden,
pues que de ello se espera sacar tan gran fruto, y también para
que Su Santidad haya por bien y permita que los malos y rebeldes, siendo
primero amonestados, puedan ser punidos y castigados como enemigos de nuestra
santa fé católica, y será ocasión de castigo
y espanto a los que fueren rebeldes en venir en conocimiento de la verdad,
y evitarse han tan grandes males y daños como son los que en servicio
del demonio hacen. Porque aun allende de lo que arriba hemos hecho relación
a vuestras majestades de los niños y hombres y mujeres que matan
y ofrecen en sus sacrificios, hemos sabido y sido informados de cierto
que todos son sodomitas y usan aquel abominable pecado. En todo suplicamos
a vuestras majestades manden proveer como vieren que más conviene
al servicio de Dios y de vuestras reales altezas, y cómo los que
aquí en su servicio estamos, seamos favorecidos y aprovechados.
Segunada carta. 30 octubre de 1520. Ciudad de México.
Me enviaron sus mensajeros diciendo que aquello que se había hecho
había sido sin su licencia y consentimiento, y que ciertas comunidades
se habían movido a ello sin les dar parte; pero que ellos se lo
habían reprendido y que querían mi amistad. Y yo creyendo
ser así les había dicho que me placía y me vendría
otro día segurarnente en sus casas como en casas de amigos, y que
así mismo me habían salido al camino y peleado conmigo todo
el día hasta que la noche sobrevino, no obstante que por mí
habían sido requeridos con la paz. Y trájeles a la memoria
todo lo demás que contra mí habían hecho, y otras
rnuchas cosas que por no dar a vuestra alteza importunidad dejo. Finalmente,
que ellos quedaron y se ofrecieron por súbditos y vasallos de vuestra
majestad y para su real servicio, y ofrecieron sus personas y haciendas,
y así lo hicieron y han hecho hasta hoy. Y creo lo harán
para siempre por lo que adelante vuestra majestad verá.
Y así estuve sin salir de aquel aposento y real que allí
tenía seis o siete días, porque no me osaba fiar de ellos
puesto que me rogaban que me vinicse a una ciudad grande que tenían
donde todos los señores de su provincia residían y residen,
hasta tanto que todos los señores me vinieron a rogar que me fuese
a la ciudad, porque allí sería mejor recibido y preveído
de las cosas necesarias, que no en el campo, y porque ellos tenían
vergüenza en que yo estuviese tan mal aposentado, pues me tenían
por su amigo y ellos y yo érarnos vasallos de vuestra alteza; y
por su ruego me vine a la ciudad que está seis leguas del aposento
y real que yo tenía.
La cual ciudad es tan grande y de tanta admiración que aunque mucho
de lo que de ella podría decir dcjé, lo poco quc diré
creo que es casi increíble, porque es muy mayor que Granada y muy
más fuerte y de tan buenos edificios y de muy mejor abastecida de
las cosas de la tierra, que es de pan y de aves y caza y pescado de ríos
y de otras legumbres y cosas que ellos comen muy buenas. Hay cn csta ciudad
un mercado en que casi cotidianarncnte todos los días hay en é1
de treinta mil ánimas arriba, vendiendo y comprando, sin otros muchos
mercadillos quc hay por la ciudad en partes. En este mercado hay todas
cuantas cosas, así de mantenirniento corno de vestido y calzado.
que cllos tratan y pueden haber; así joyerías de oro y plata
y piedras y de otras joyas de plumajes, tan bien concertado como puede
ser en todas las plazas y mercados del mundo. Hay mucha loza de muchas
maneras y muy buena y tal como la mejor dc España. Venden mucha
leña y carbón y hierbas de comer y medicinales. Hay casas
donde lavan las cabezas como barberos y las rapan; hay baños. Finalmcntc,
quc entre ellos hay toda la manera de buena orden y política, y
es gentc de toda razón y concierto, y así que lo mejor de
Africa no se lc iguala.
Había colchas y cobertores de camas, así de plumas como de
algodón, de diversos colores asimismo muy maravillosos, y otras
muchas cosas que por ser tantas y tales no las sé significar a vuestra
majestad. También me dió una docena de cerbatanas de las
con que é1 tiraba, quc tampoco no sabré decir a vuestra alteza
su perfección, porque eran todas pintadas de muy excelentes pinturas
y perfectos matices, en que había figuradas muchas maneras de avecicas
y anirnales y árboles y flores y otras diversas cosas, y tenían
los brocales y puntería tan grandes como un geme de oro, y en el
medio otro tanto muy labrado. Dióme para con ellas un carniel de
red de oro para los bodoques, que también me dijo que me había
de dar dc oro, y diómc unas turquesas de oro y otras muchas cosas
cuyo número es casi infinito.
Porquc para dar cuenta, muy poderoso seiñor, a vuestra real excelencia,
de la grandeza, cxtrañas y maravillosas cosas de esta gran ciudad
de Temixtian, dcl señorío y servicio de estc Mutezuma, señor
de ella, y de los ritos y costumbres que ésta tiene, y de la orden
que en la gobernación, así de esta ciudad como de las otras
que eran de este señor, hay, sería menester mucho tiempo
y ser muchos relatores y, muy expertos; no podré yo decir dc cien
partcs una, de las que dc ellas se podrían decir, mas como pudiere
diré algunas de las que vi, quc aunque mal dichas bien sé
que serán de tanta admiración quc no se podrán creer,
porque los que acá con nuestros propios ojos las vernos, no las
podemos con el entendimiento comprender. Pero puede vuestra majestad ser
cierto que si alguna falta en mi relación hubiere, que será
antes por corto que por largo, así en esto como en todo lo dernás
dc que diere cuenta a vuestra alteza, porque me parecía justo a
mi príncipe y señor, decir rnuy claramenre la verdad sin
interponer cosas que la disminuyan y acrecienten.
Antes que comience a relatar las cosas de esta gran ciudad y las otras
que en esta capítulo dije, me parece, para que mejor se puedan entender,
que débese decir la manera de México, que es donde esta ciudad
y algunas de las otras que he hecho relación están fundadas,
y donde está el principal señorío de este Mutezuma.
La cual dicha provincia es redonda y está toda cercada de muy altas
y ásperas sierras, y lo llano de ella tendrá en torno hasta
setenta leguas, y en el dicho llano hay dos lagunas que casi lo ocupan
todo, porque tienen canoas en torno más de cincuenta leguas. Y la
una de estas dos lagunas es de agua dulce, y la otra, que es mayor, es
de agua salada. Divídelas por una parte una cuadrillera pequeña
de cerros rnuy altos que están en medio de esta llanura, y al cabo
se van a juntar a las dichas lagunas en un estrecho de llano que entre
estos cerros y las sierras altas se hace. El cual estrecho tendrá
un tiro de ballesta, y por entre una laguna y la otra, y Las ciudades y
otras poblaciones que están en las dichas lagunas, contratan las
unas con las otras en sus canoas por el agua, sin haber necesidad de ir
por la tierra. Y porque esta laguna salada grande crece y mengua por sus
mareas según hace la mar todas las crecientes, corre el agua de
ella a la otra dulce tan recio como si fuera caudaloso río, y por
consiguiente a las menguantes va la dulce a la salada.
Esta gran ciudad de Temixtitan está fundada en esta laguna salada,
y desde la tierra firme hasta el cuerpo de la dicha ciudad, por cualquiera
parte que quieren entrar a ella, hay dos leguas. Tiene cuatro entradas,
todas de calzada hecha a mano, tan ancha como dos lanzas juntas. Es tan
grande la ciudad como Sevilla y Córdoba. Son las calles de ella,
digo las principales, muy anchas y muy derechas, y algunas de éstas
y todas las demás son la mitad de tierra y por la otra mitad es
agua, por la cual andan en sus canoas, y todas las calles de trecho a trecho
están abiertas por do atraviesa el agua de las unas a las otras,
y en todas estas aberturas, que algunas son muy anchas, hay sus puentes
de muy anchas y muy grandes vigas, juntas y recias y bien labradas, y tales,
que por muchas de ellas pueden pasar diez de a caballo juntos a la par.
Y viendo que si los naturales de esta ciudad quisieren hacer alguna traición,
tenían para ello mucho aparejo, por ser la dicha ciudad edificada
de la manera que digo, y quitadas las puentes de las entradas y salidas,
nos podrían dejar morir de hambre sin que pudiesemos salir a la
tierra. Luego que entré en la dicha ciudad di mucha prisa en hacer
cuatro bergantines, y los hice en muy breve tiempo, tales que podrían
echar trescientos hombres en la tierra y llevar los caballos cada vez que
quisiésemos.
Tiene esta ciudad muchas plazas, donde hay contínuo mercado y trato
de comprar y vender. Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad
de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente
arriba de sesenta mil ánimas comprando y vendiendo; donde hay todos
los géneros de mercadurías que en todas las tierras se hallan,
así de mantenimientos como de vituallas, joyas de oro y plata, de
plomo, de latón, de cobre, de estaño, de piedras, de huesos,
de conchas, de caracoles y de plumas. Véndese cal, piedra labrada
y por labrar, adobes, ladrillos, madera labrada y por labrar de diversas
maneras. Hay calle de caza donde venden todos los linajes de aves que hay
en la tierra, así como gallinas, perdices, codornices, lavancos,
dorales, zarcetas, tórtolas, palomas, pajaritos en cañuela,
papagayos, búharos, águilas, halcones, gavilanes y cernícalos;
y de algunas de estas aves de rapiña, venden los cueros con su pluma
y cabezas y pico y uñas.
Venden conejos, liebres, venados, y perros pequeños, que crían
para comer, castrados. Hay calle de herbolarios, donde hay todas las raíces
y hierbas medicinales que en la tierra se hallan. Hay casas como de boticarios
donde se venden las medicinas hechas, así potables como ungiientos
y emplastos. Hay casas como de barberos, donde lavan y rapan las cabezas.
Hay casas donde dan de comer y beber por precio. Hay hombres como los que
llaman en Castilla ganapanes, para taer cargas. Hay mucha leña,
carbón, braseros de barro y esteras de muchas maneras para camas,
y otras más delgadas para asiento y esteras salas y cámaras.
Hay todas las maneras de verduras quc se hallan, especialmente cebollas,
puerros, ajos, mastuerzo, berros, borrajas, acederas y cardos y tagarninas.
Hay frutas de muchas maneras, en que hay cerezas, y ciruelas, que son semejables
a las de España. Venden miel de abjeas y cera y miel de cañas
de maíz. que son tan melosas y dulces como las de azúcar,
y miel de unas plantas que llaman en las otras islas maguey, que es muy
mejor que arrope, y de estas plantas hacen azúcar y vino, que asimismo
venden. Hay a vender muchas maneras de hilados de algodón de todos
colores, en sus madejicas, que parece propiamente alcaicería de
Granada en las sedas, aunque esto otro es en mucha más cantidad.
Venden colores para pintores, cuantos se pueden hallar en España,
y de tan excelentes matices cuanto pueden ser. Venden cueros de venado
con pelo y sin él, teñidos blancos y de diversos colores.
Venden mucha loza en gran manera muy buena, venden muchas vasijas de tinajas
grandes y pequeñas, jarros, ollas, ladrillos y otras infinitas maneras
de vasijas, todas de singular barro, todas o las mis, vidriadas y pintadas.
Venden mucho maíz en grano y en pan, lo cual hace mucha ventaja,
así en el grano como en el sabor, a todo lo de las otras islas y
tierra firme. Venden pasteles de aves y empanadas de pescados. Venden mucho
pescado fresco y salado, crudo y guisado. Venden huevos de gallinas y de
ánsares, y de todas las otras aves que he dicho, en gran cantidad;
venden tortillas de huevos hechas. Finalmente, que en los dichos mercados
se venden todas cuantos cosas se hallan en toda la tierra, que demás
de las que he dicho, son tantas cosas y de tantas calidades, que por la
prolijidad y por no me ocurrir tantas a la memoria, y aun por no saber
poner los nombres, no las expreso. Cada género de mercaduría
se vende en su calle, sin que entremetan otra mercadería ninguna,
y en esto tienen mucha orden. Todo se vende por cuenta y medida, excepto
que hasta ahora no se ha visto vender cosa alguna por peso.
Hay en esta gran plaza una gran casa como de audiencia, donde están
siempre sentadas diez o doce personas que son jueces y libran todos los
casos y c osas que en el dicho mercado acaecen, y mandan castigar los delincuentes.
Hay en la dicha plaza otras personas que andan continuo entre la gente,
mirando lo que se vende y las medidas con que miden lo que venden; y se
ha visto quebrar alguna que estaba falsa.
Hay en esta gran ciudad muchas mezquitas o casas de sus ídolos de
muy hermosos edificios, por las colaciones y barrios de ella, y en las
principales de ella hay personas religiosas de su secta, que residen continuamente
en ellas, para los cuales, demás de las casas donde tienen los ídolos
bay buenos aposentos. Todos estos religiosos visten dc negro y nunca cortan
el cabello, ni lo peinan desde que entran en la región hasta que
salen, y todos los hijos de las personas principales, así señores
como ciudadanos honrados, están en aquellas religiones y hábito
desde edad de siete y ocho años hasta que los sacan para los casar,
y esto más acaece cn los primogénitos que han de heredar
las casas, que en los otros. No tienen acceso a mujer ni entra ninguna
en las dichas casas de religión. Tienen abstinencia en no comer
ciertos manjares, y más en algunos tiempos del año que no
en los otros; y entre estas mezquitas hay una que es la principal, que
no hay lengua humana que sepa explicar la grandeza y particularidades de
ella, porque es tan grande que dentro del circuito de ella, que es todo
cercado de muro muy alto, se podía muy bien hacer una villa de quinientos
vecinos; tiene dentro de este circuito. todo a la redonda, muy gentiles
aposentos en que hay muy grandes salas y corredores donde se aposentan
los religiosos que allí están. Hay bien cuarenta torres muy
altas y bien obradas, que la mayor tiene cincuenta escalones para subir
al cuerpo de la torre; la más principal es más alta que la
rorre de la iglesia mayor de Sevilla. Son tan bien labradas, así
de cantería como de madera, que no pueden ser mejor hechas ni labradas
en ninguna parte, porque toda la cantería de dentro de las capillas
donde tienen los ídolos, es de imaginería y zaquizamíes,
y el maderamiento es todo de masonería y muy pintado de cosas de
monstruos y otras figuras y labores. Todas estas torres son enterramiento
de señores, y las capillas que en ellas tienen son dedicadas cada
una a su ídolo, a que tienen devoción.Hay tres salas dentro
de esta gran mczquita, donde están los principales ídolos,
de maravillosa grandeza y altura, y de muchas labores y figuras esculpidas,
así en la cantería como en el maderamienro, y dentro de estas
salas están otras capillas que las puertas por do entran a ellas
son muy pequeñas, y ellas asimismo no tienen claridad alguna, y
allí no están sino aquellos religiosos, y no todos, y dentro
de éstas están los bultos y figuras de Los ídolos,
aunque, como he dicho, de fuera bay también muchos. Los mis principales
de estos ídolos, y en quien ellos más fé y creencia
tenían, arrojé de sus sillas y los hice hechar por las escaleras
abajo e hice limpiar aquellas capillas donde los tenían, porque
todas estaban llenas de sangre que sacrifican. y puse en ellas imágenes
de Nuestra Señora y de otros santos, que no poco el dicho Mutezuma
y los naturales sintieron; los cuales primero me dijeron que no lo hiciese,
porque si se sabía por las comunidades se levantarían contra
mí, porque tenían que aquellos ídolos les daba todos
los bienes temporales, y quc dejándolos maltratar, se enojarían
y no les darían nada, y les sacarían los frutos de La tierra
y moriría la gente de hambre. Yo les hice entender con las lenguas
cuán engañados estaban en tener su esperanza en aquellos
ídolos, que eran hechos por sus manos, dc cosas no limpias, y que
habían de saber que había un sólo Dios, universal
Señor de todos, el cual había criado el cielo y la tierra
y todas las cosas, y que hizo a ellos y a nosotros, y que éste era
sin principio e inmortal, y que a Él habían de adorar y creer
y no a otra criarura ni cosa alguna, y les dije todo lo demás que
yo en este caso supe, para los desviar de sus idolatrías y atraer
al conocimiento de Dios Nuestro Señor; y todos, en especial el dicho
Mutezuma, me respondieron que ya me habían dicho que ellos no eran
naturales de esta tierra, y que había muchos tiempos que sus predecesores
habían venido a ella, y que bien creían que podrían
estar errados en algo de aquello que tenían, por haber tanto tiempo
que salieron de su naturaleza, y que yo, como más nuevamente venido,
sabría las cosas que debían tener y creer mejor que no ellos;
que se las dijese e hiciese entender que ellos harían lo que yo
les dijese que era lo mejor. Y el dicho Mutezuma y muchos de los principales
de la ciudad dicha, estuvieron conmigo hasta quitar los ídolos y
limpiar las capillas y poner las imágenes, y todo con alegría
de semblante, y les defendí que no matasen criaturas a los ídolos,
como acostumbraban, porque, demás de ser muy aborrecible a Dios,
vuestra sacra majestad por sus leyes lo prohibe, y manda que el que matare
lo maten. Y de ahí adelante se apartaron de ello, y en todo el tiempo
que yo estuve en la dicha ciudad, nunca se vió matar ni sacrificar
criatura alguna.
Los bultos y cuerpos de los ídolos en quien estas gentes creen,
son de muy mayores estaturas que el cuerpo de un gran hombre. Son hechos
de masa de todas las semillas y legumbres que ellos comen, molidas y mezcladas
unas con otras, y amásanlas con sangre de corazones de cuerpos humanos,
los cuales abren por los pechos, vivos, y les sacan el corazón,
y de aquella sangre que sale de él, amasan aquella harina, y así
hacen tanta cantidad cuanta basta para hacer aquellas estatuas grandes.
Y también, después de hechas, les ofrecían más
corazones, que asimismo les sacrifican, y les untaban las caras con la
sangre. Y a cada cosa tienen su ídolo dedicado, al uso de los gentiles,
que antiguamenre honrahan a sus dioses. Por manera que para pedir favor
para la guerra tienen un ídolo, y para sus labranzas otro, y así
para cada cosa de las que ellos quieren o desean que se hagan bien, tienen
sus ídolos a quien honran y sirven.
Hay en esta gran ciudad muchas casas muy huenas y muy grandes, y la causa
de haber tantas casas principales es que todos los señores de la
tierra, vasallos del dicho Mutezuma, rienen sus casas en la dicha ciudad
y residen en ella cierto tiempo del año, y demás de esto
hay en ella muchos ciudadanos ricos que tienen asimismo muy buenas casas.
Todos ellos, demás de tener muy grandes y buenos aposentamientos,
tienen muy gentiles vergeles de flores de diversas maneras, así
en los aposentamientos altos como bajos. Por la una calzada que a esta
gran ciudad entra vienen dos caños de argamasa, tan anchos como
dos pasos cada uno, y tan altos como un estado, y por el uno de ellos viene
un golpe de agua dulce muy buena, del gordor de un cuerpo de hombre, que
va a dar al cuerpo de la ciudad, de que se sirven y beben todos. El otro,
que va vacío, es para cuando quieren limpiar el otro caño,
porque echan por allí el agua en tanto que se limpia; y el agua
ha de pasar por los puentes a causa de las quebradas por do atraviesa el
agua salada, echan la dulce por unas canales gruesas como un buey, que
son de la longura de las dichas puentes, y así se sirve la ciudad.
Traen a vender el agua por canoas por todas las calles, y la manera de
como la toman del caño es que llegan las canosa debajo de las puentes,
por do están las canales, y de allí hay hombres en lo alto
que hinchen las canoas, y les pagan por ello su trabajo. En todas las entradas
de la ciudad, y en las prtes donde descargan las canoas, que a donde viene
la más cantidad de los mantenimientos que entran en la ciudad, hay
chozas hechas donde están personas por guardas y que reciben certum
quid de cada cosa que entra. Esto no sé si lo Ileva el señor
o si es propio para la ciudad, porque hasta ahora no lo he alcanzado; pero
creo que para el señor, porque en otros mercados de otras provincias
se ha visto coger aquel derecho para el señor de ellas. Hay en todos
los mercados y lugares públicos de la dicha ciudad, todos los días,
muchas personas, trabajadores y maestros de todos oficios, esperando quien
los alquile por sus jornales.
La gente de esta ciudad es de más manera y primor en mi vestir y
servicio que no la otra de estas otras provincias y ciudades, porque como
allí estaba siempre este señor Mutezuma, y todos los señores
sus vasallos ocurrían siempre a la ciudad, había en ellas
más manera y policía en todas las cosas. Y por no ser más
prolijo en la relación de las cosas de esta gran ciudad, porque
no acabaría tan aína, no quiero decir más sino que
en su servicio y trato de la gente de ella hay la manera casi de vivir
que en España, y con tanto concierto y orden como allí, y
que considerando esta gente ser bárbara y tan apartada del conocimiento
de Dios y de la comunicación de otras naciones de razón,
es cosa admirable ver la que tienen en todas las cosas.
En lo del serviclo de Mutezuma y de las cosas de admiración que
tenía por grandeza y estado, hay tanto que escribir que certifico
a vuestra alteza que yo no sé por do comenzar, que pueda acabar
de decir alguna parte de ellas; porque, como ya he dicho, ¿qué
más grandeza puede ser que un señor bárbaro como éste
tuviese contrahechas de oro y plata y piedras y plumas, todas las cons
que debajo del cielo hay en su señorío, tan a natural
lo de oro y plata, que no hay platero en el mundo que mejor lo hiciese.